José María Álvarez, Ramón Esteban, François Sauvagnat
Fundamentos de psicopatología psicoanalítica
Madrid, Síntesis, 2004,
783 p.
Este libro indispensable nace de un sueño y de una realidad. De un sueño embriagante en tanto se propone capturar la atención de las nuevas generaciones de psicólogos y psiquiatras para interesarles por una psicopatología clásica —pues por clásica hay que tomarse la psicopatología de estirpe freudiana— y apartarles de este modo de la anticuada modernidad, en cuyo lecho la bio-psiquiatría actual se solaza. De una realidad díscola, también, puesto que esta resistencia contemporánea se ha mostrado infranqueable desde hace al menos dos décadas y no da ninguna muestra de debilidad.
Frente a un discurso clínico empobrecido hasta un nivel que no había conocido la disciplina en sus dos siglos de existencia, donde el diagnóstico, o mejor dicho, el etiquetado, converge con la prescripción en un mismo gesto alienador, donde a lo sumo se sabe lo que tiene el paciente pero no lo que le pasa y donde se aprende a tratar las enfermedades psíquicas sin intentar conocer a las personas, se alza este texto como un monumento a la cultura psiquiátrica y a la sensatez.
El libro, por lo tanto, nace cargado de un gesto de rebeldía pero con una vocación docente decidida. Quiere transmitir, en el fondo, que la psiquiatría clásica se continúa en línea directa con la psicopatología de orientación psicoanalítica, prolongación que, a juicio de los supervivientes del ataque positivista, ha convertido el psicoanálisis en el síntoma de la psiquiatría. Toda la estrategia del discurso psiquiátrico actual está orientada a vaciar de subjetividad los síntomas, para lo cual no tiene otra posibilidad que desentenderse activamente del discurso teórico psicoanalítico,
tanto si quiere comprender a su estrecho modo la psicosis, como si quiere redefinir eso síndromes bipolares a los que se ha dado, en virtud de apetencias industriales y comerciales desmedidas, una entidad hasta ahora desconocida. Silencio que, por otra parte, no le es difícil de lograr, pues cuenta con generaciones sucesivas de psiquiatras educadas en el mismo, y con propuestas psicoanalíticas a menudo confusas, mal transmitidas o cargadas de pretenciosidad.
Pues bien, nuestro lectores quieren interrumpir esta siniestra confabulación y demostrar la existencia de otra categorización de los síntomas y de otras vías comprensivas que retoman el talante histórico de la psiquiatría, ya muy alejada de sus angustias de legitimación pero aún acomplejada en cuanto le retiran la receta o se duda de la causalidad física.
El libro, generoso en su ilusión y fortaleza teórica, parte de una declaración de principios que los autores formulan del siguiente modo: «La obra que el lector tiene en sus manos explora y privilegia el determinismo inconsciente de los fenómenos descritos tradicionalmente por la psicopatología, su causalidad psíquica, sus mecanismos patológicos específicos y la particular conformación clínica que el sujeto imprime a su malestar». Con esta intención de fondo diseñan un texto dividido en cinco partes muy específicas, donde cada autor da lo mejor de sí. Pues, si bien los capítulos no identifican a sus artífices por expresa voluntad de los mismos, los que conocemos a los creadores, e incluso disfrutamos a diario de su compañía, podemos distinguir en cada parte a quién corresponde la principal aportación de su autoría.
El libro arranca con una exposición de la historia de la psicopatología, de sus fundamentos, conceptos, doctrinas y tendencias. La mano de José María Álvarez es aquí muy nítida. Conocedor como pocos –quizá como nadie- de los autores clásicos, ya nos dejó un testimonio irremplazable de la historia de la psiquiatría en su libro de 1999, La invención de las enfermedades mentales. En aquel estudio, que no tiene parangón en nuestro país y rivaliza con las mejores historiografías conocidas, nos dio cumplido ejemplo de la sucesión de las distintas corrientes psiquiátricas pero, en especial, nos descubrió su genealogía, el modo como surgen las distintas propuestas encadenadas no bajo una elemental secuencia temporal sino impuestas por una lógica interna que se estructura a partir de las disputas personales, de las confrontaciones de escuelas, de las imposiciones nacionales y del ámbito científico de cada época. Con esas bases se recorre aquí de nuevo, pero con un ángulo más amplio, el camino que desde las antiguas enfermedades del alma conduce a la instauración de la psiquiatría.
La segunda parte aborda el estudio de los distintos modelos psicoanalíticos, con especial mención a los paradigmas lacanianos, en cuya elección preferente no sólo debemos ver la inclinación predilecta de los autores sino el reconocimiento que debemos a la inspiración la lacaniana a la hora de explicarnos las psicosis. Pues de Lacan proviene el énfasis en el papel de la palabra, en el automatismo mental, en los fenómenos elementales, en la omnipotencia psicótica y en la oscuridad genuina de las cosas que, completando la ruptura freudiana, nos ofrecen un marco interpretativo indesplazable. En este segmento de la obra la participación de los autores se adivina más global, más conjunta.
La tercera parte nos anima a un estudio de las posiciones subjetivas, donde se acierta a conjugar la presentación de los síntomas, la ética que les infunde y propicia y la técnica con que se los aborda. François Sauvagnat se me antoja el ponente principal de este abordaje, aunque muy acompañado por los coautores en cuanto a la estrategia de los capítulos y a los matices que hacen más asequible los términos a un público más general y, se supone, que poco iniciados aún en estos saberes.
La cuarta parte es un momento muy especial del libro en el que merece la pena detenerse. Primero por su extensión, de aproximadamente 250 páginas. En segundo lugar por la particularidad del texto, que le convierte por sí mismo en un libro dentro de otro libro, en un tratado de semiología en el seno de un tratado psicoanalítico. También porque nos encontramos ante un discurso metódico, amplísimo, muy racional y cartesiano, que parece a primera vista lo último con que podríamos tropezar injertado entre conceptos dinámicos, pero cuya inclusión es uno de los objetivos principales de los autores, empeñados en demostrar que la psicopatología freudiana es perfectamente compatible con la semiología tradicional. El texto, sin duda, procede de la mano de Ramón Esteban, que nos ha legado con su agotador esfuerzo un instrumento de consulta innovador e insustituible.
Por último, nos encontramos con la propuesta quizá más profunda del texto y desde luego la más combativa y colectiva. Corresponde a la presentación de los modelos nosográficos y a la defensa de las estructuras clínicas, capítulo que, por su utilidad y consideración a los componentes subjetivos del enfermar, merecería el destino de ser apartado en pliegos de cordel para que las nuevas generaciones pudieran llevarle en el bolsillo de sus batas con el fin de contrapesar la influencia, peligrosa y soporífera para las conciencias, del breviario del DSM-IV. Infundir esta preocupación, inspirar un estudio más comprensivo y animar a los lectores a despertar de la pereza y amodorramiento actual de nuestra ciencia, es el objetivo sustancial de esta parte y, en general de este libro tan nuevo, tan jugoso y tan particular.
Para mejor información sobre el volumen que se presenta, hay que subrayar la espléndida bibliografía que contiene, tanto la general como la bibliografía comentada y recomendada que acompaña a cada capítulo. Los autores agradecen en su introducción la colaboración de Rafael Huerta, Francisco Estévez y Francese Roca, anunciándonos de paso una segunda parte, Estructuras clínicas y clínica diferencial en psicopatología psicoanalítica que, si conserva la ambición y hondura de esta primera oferta, me hace temer por la salud de estos amigos.
Por Fernando Colina
Fuente: Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Vol 24, No 92 (2004)