Conversaciones Siso – Villacián II – 18 de junio de 2005
Diagnóstico psicosis

Érase una vez un grupo de psiquiatras de la alta progresía, que vivían en una tierra, años marginada, anegada por las lluvias y donde veraneaba el podre poder. Bajo el yugo escópico del Pazo de Meirás, se peleaban con las instancias, se entregaban denodadamente al trabajo, y estudiaban apasionados la psiquiatría más clásica, la filosofía y el psicoanálisis, entre otros. No tardaron en mezclarse en esta tierra con los psicoanalistas, los filósofos y otros sabedores que pudieran dar luz a su heterogéneo trabajo. Para su sorpresa, en este continuo devenir de los saberes, empezaron a estrechar lazos con un grupo de psiquiatras, que vivían una situación similar. Peleones y también fascinados con los otros y saberes. Poblaban, estos últimos, una tierra seca y de trigo donde invernaba el poder y donde habitualmente residían los ejércitos nacionales, dedicados estos a salvaguardar un tesoro mítico que contenía, entre otras cosas, la reserva moral de occidente y el brazo incorrupto de una tal Tere.

Con el paso de los años los lazos se fueron afianzando y el año pasado decidieron reunirse en un punto estratégico, cual compromiso de Calpe, para enredarse psiquiatras y psicoanalistas de ambas tierras en torno a la curación de las psicosis. Por supuesto el éxito fue tal que este año se repitió el evento en el Valladolid, y psiquiatras y psicoanalistas se sentaron a hablar en torno a un tema legendario: Los diagnósticos en las psicosis.

 

De lo dicho en estas jornadas rescatamos ciertos momentos de especial interés:

Ramón Esteban psiquiatra madrileño, totalmente pucelanizado, nos dió un magnífico repaso etimológico al concepto de locura a través de las lenguas cooficiales con brillantes y paradójicas paradas en el gallego y en el vascuence. Añadió además menciones a dichos y frases populares que terminaron de rematar una faena de presentación muy interesante. Se podría decir que, como buen lector de Freud y de las leyendas artúricas, supo hacer alquimia y convertir un diccionario etimológico en un pequeño manual psicopatológico.

Luciano González, psiquiatra y psicoanalista afincado en Orense, desarrolló una brillante panorámica de la fenomenología de los trastornos de lenguaje en las psicosis. De la mano de su amplia formación lacaniana, fue conjugando las clásicas descripciones semiológicas con los desarrollos más sesudos de la clínica lacaniana del inconsciente estructurado como un lenguaje.

José Manuel Susperregui, psiquiatra y referente histórico del Hospital Psiquiátrico Villacián de Valladolid, entró más de lleno en el tema de la reunión, y bajo un inquietante título, «¿Diagnóstico?, quizás», con una gran humildad y amor al saber, esbozo sus argumentos en torno a la utilidad y pertinencia clínica de los diagnósticos, elaborando parte de su argumentación a partir de los comentarios y cuestionamientos de sus residentes.

Rematando esta mesa matinal más teórica, Chús Gómez, desde su nueva labor como psiquiatra de la Unidad de Rehabilitación de Toén en Orense, nos habló, con su habitual claridad, de las contingencias de los diagnósticos en un lugar de las características especiales como es un antiguo psiquiátrico, donde el peso de la institución arrasa el encuentro con el clínico y donde el diagnóstico se torna ineludible. Habló además de un caso, en esta misma institución, que ilustra muy claramente las diferencias en el encuentro con la palabra independientemente del lugar, es decir, cuando el clínico está dispuesto a escuchar realmente el horror del otro.

Tras estas intervenciones, se dio paso a una segunda parte más clínica con diferentes casos que culminaron en un interesante coloquio al respecto de la práctica diaria y las formas de presentación de la locura.

Por un lado, José María Álvarez, psicoanalista de Valladolid, conocido estudioso de la psicosis y de su historia, acertó con un pequeño repaso al concepto de estructura psicótica y de cómo su práctica ha ido evolucionando con los años a la hora de percibir las sutilezas en la presentación de estos sujetos cuando no participan en ellos fenómenos psicóticos más groseros y detectables. Más tarde en el coloquio conjeturó sobre la posibilidad de dos grandes polos en las psicosis, el polo afectivo y el polo esquizofrénico, y como en muchas ocasiones, los diagnósticos descriptivos no son capaces de diferenciar ciertos rasgos que pueden colaborar para encaminar al sujeto hacia formas de estabilización.

Pepe Eiras, psiquiatra y psicoanalista en Vigo, ofreció bajo el epígrafe de «La construcción de un caso», las maniobras a realizar desde la palabra para promover las estabilizaciones en la clínica con el psicótico.

Por último, dos jóvenes residentes, Luis León de Valladolid y Luis González presentaron dos casos clínicos que suscitaron gran interés en el coloquio. Luis León entusiasmó con la presentación de un caso de un joven psicótico, que poco a poco, merced al posicionamiento de escucha y de intermediación ante el otro perseguidor de su terapeuta, ha conseguido ir elaborando un delirio normalizador y apaciguando su conducta. Luis González, residente de Lugo, presentó un caso que resonó en la sala, como uno de tantos psicóticos que habitualmente entran y salen de las unidades de agudos, hasta que algún terapeuta decide ponerse a la escucha de lo que el paciente tiene que decir sobre su conducta. Ataviados con un poquito más de saber y muchas más dudas, psiquiatras, psicoanalistas y demás psiconautas se despidieron y se prometieron más y mejor para el año que viene, esta vez de nuevo en San Clodio, allá por el mes de mayo de 2006.

Por Javier Carreño

Fuente:  SISO/SAÚDE, Nº 42 – Verano 2005