Con el revuelo montado, los ánimos encendidos y los indios gritando Jerónimo todos nos apuntamos al carro de no al TAI. A veces uno se fía de los colegas de siempre, de los camaradas de trinchera y si hace falta de un amigo de un primo de un cuñado que te dijo un día que también era del Madrid. Si no al TAI no al TAI, eso tiene mala pinta. Pero claro uno  también se pasea y se codea con los del otro lado e incluso con los que se dejan de lado. Esos miles de  psiquiatras y psicólogos que simplemente trabajan y no tiene mucho tiempo para contemplar lo político de su acción o las vicisitudes de las corrientes de opinión. Y esos me están susurrando al oído, sin malicia ni inquina, oye pero es que yo tengo dos pacientes que les vendría de perlas un pinchazo obligatorio. Y te vas acordando de los fregaos de las trincheras, de las unidades de agudos, de los jueces, de las familias desesperadas y de ese paciente que te vino a decir algo y que al día siguiente se tiró por la ventana. Y por un segundo titubeas, amenazas con cambiar de acera, aunque sea en la oscuridad de la trinchera. Pero no, cojones que no. Sabes de sobra que no hay nada peor que el miedo y la desesperación para tomar una decisión. Sabes de sobra que un psiquiatra no está para legislar, imponer castigos ni torturar síntomas. Seguro que habrá pacientes que se podrían beneficiar de un pinchazo por ley pero el sacrificio político es tal que se tendrán que aguantar. El sacrificio es de tal magnitud que un día obligas a alguien a pincharse y al día siguiente cambias algunos diagnósticos para poderles pinchar también y cuando te quieres dar cuenta estás pensando invadir Portugal a golpe de Depot. Porque  no se trata solo de la dignidad de las psicosis, la elección del sujeto y el goce del sinthome ni son sino de convertir a la psiquiatría en un verdadero sumidero de la libertad. Un agujero por donde recoger los restos de pedazo de cualquier tipo de convivencia democrática y empezar a TAIar otro monolito de los de siempre. De esos tipo uno, grande y libre. Es decir rígido, inamovible y asesino.

Javier Carreño
Psiquiatra-Psicoanalista. Vigo

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Jerónimo I de Jabugo
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