Eleanor Antin, Judgement of Paris (after Rubens), 2007, from the “Helen’s Odyssey” series.

8 de Noviembre de 2019 // Centro Lacan. Valladolid.

Perversión, bisexualidad y pensamiento queer ha sido la primera de las conferencias mensuales, del ciclo organizado en el Centro Lacan bajo el epígrafe «La discordia entre los sexos», título de las Jornadas de la ELP que tendrán lugar en Valencia los días 23 y 24 de noviembre próximos.

Hemos invitado a voces propias que investigan y reflexionan sobre los discursos que han construido y construyen la sociedad y la forma de interrelacionarse las personas. Entre su generosa presencia y la de los asistentes, esperamos que surjan conversaciones fructíferas. Nuestro primer invitado ha sido Fernando Colina, experto en la cuestión de observar y reflexionar sobre el ser humano.

Empezaré por el final: acabamos a las 22:30h, hora y media de conferencia y 50 minutos de esa conversación que acabo de mencionar, que puso de manifiesto cuánto camino queda por recorrer para poder hablar en un lenguaje común, pues se apreció mucha confusión de ideas al respecto de las cuestiones de sexo, género e interrelaciones humanas. Las palabras de Colina interesaron a todas las asistentes, generando afectos, desafectos y risas. Un lujo de comienzo de fin de semana.

Retomando el orden cronológico revelar que la primera sorpresa de la tarde fue que inusualmente, en Valladolid, empezamos a las 20:10 h. Aforo completo ¡y puntual!

La segunda, la causó, la puesta al día que Colina hizo del término perversión, primer concepto de los tres que trató y al que daré preferencia.

Lo hizo de manera sencilla, ordenada y contextualizada. Todo el mundo pudo llevarse un conocimiento nuevo según su grado de formación. Alguien en las despedidas me comentó: «haría falta leer lo que ha dicho varias veces para llegar a la profundidad y a la implicación que han tenido alguna de sus frases». Ciertamente, es necesario ser muy leído, para estar a la altura del contenido que solo puede aportar un psiquiatra antiguo con el bagaje cultural y el empeño de reflexión que tiene nuestro altruista conferenciante.

Intentaré transmitir, lo más literalmente posible, su desarrollo sobre la perversión.

Comenzó así: «La psiquiatría y el psicoanálisis en particular tienen un problema con los movimientos nuevos y los cambios sociales que se han producido respecto a la sexualidad», entendiendo por sexualidad relaciones interpersonales y
sociales. Hay una serie de movimientos que como el feminismo o el pensamiento Queer han empujado a nuestra sociedad a producir cambios esenciales como: la equiparación creciente en el mundo occidental, que no total, entre hombre y mujer; relajación del binarismo; la ampliación en el campo sexual y de género; salir de la bipolaridad; la sexualidad concebida más allá de la reproducción; las nuevas parentalidades; la desclasificación de las elecciones y comportamientos sexuales como enfermedades mentales (por ejemplo ya no hay que hacer informe médico para una operación de cambio de sexo); entre otros.

Comentó que estas posturas progresistas chocan o se encuentran con la dificultad de discursos como el de la psiquiatría y el del psicoanálisis; con la falta de escucha del primero y su tendencia farmacológica; y la terminología anclada en el pasado, patriarcal y falocéntrica de Freud al final del siglo XIX, que distancia a los movimientos feministas y a los componentes del colectivo LGTBI+ de los conceptos que puede aportar el segundo.

El término perversión nos ha llegado desde el discurso médico como una patología que se circunscribía únicamente al campo de la sexualidad: «es perverso todo lo que no corresponde, en nuestra sociedad occidental, con un coito vaginal y con la intención de reproducirse» y desde el psicoanálisis como un hacer erróneo con la elección sexual y las identidades de género.

Hoy en día donde exige la libertad de elección sexual, de género, de elección de objeto, el término de perversión ha quedado desexualizado. Solo se pueden considerar actos sexuales perversos aquellos que nuestro código penal incluye como delito: la violación, los abusos, la pederastia y la exhibición.

Y aquí Colina comienza a descolocar nuestro heredado imaginario victoriano del término perverso, y aunque no lo mencionó explícitamente, nos acerca al concepto tal como aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua —a su primera acepción: sumamente malo, que causa daño intencionadamente; y a la segunda: que corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas— alejándole de la medicina y del psicoanálisis y asociándole con las relaciones de poder de Foucault. «La sexualidad ha dejado de ser el sismógrafo de la relaciones entre humanos y han pasado a serlo las relaciones de poder».

Definió la perversión como: «cuando alguien se comporta con otra persona con falta de respeto, la humilla y la somete»; dejando fuera el factor sexual e incluyendo los componentes de poder y relación de poder que se establecen con los otros. Todas las relaciones que establecemos con los otros son de poder, la sexual es una más al igual que las de amistad, laborales, parentales… Cuando hay ausencia de reciprocidad, cuando esta se altera, existe una actitud perversa que no permite la equiparación (la que corresponda a cada época) y se convierte en abuso. Esto nos llevaría a reflexionar sobre cómo nuestra conducta sexual se relaciona con los demás desde el punto de vista de la exclusión, de la fuerza, de la humillación y de la prioridad.

Para acentuar que el abuso no es solo una cuestión sexual nos explicó cómo se manifiesta el ejercicio de poder: con la posesión, acaparando cosas, la avaricia; dominando al otro, estando por encima; y marcando la diferencia, más prestigio, más distinción, más fama, acaparando dignidades.

En esta forma de conceptualizar el término indicó que se ve muy reflejada la moral helenística que se basaba no en los hechos, en lo que se haga, sino por la relación que se tiene con el otro; con la gran diferencia de que en la actualidad tiene que ser sin jerarquías y tiene que ser igualitaria.

Esta jerarquía, que en la actualidad estaría ocupada por la salubridad psíquica, la aplicaríamos de la forma más óptima a nuestra relación central. Matiza que lo óptimo quedaría definido por cada uno y siempre desde su lugar.

Colina se autodefine como cishombre, heteroxesual, nacido en la primera mitad del siglo XX, con ceguera para los movimientos de vanguardia, que por muy abierto que intente estar ante ellos, reconoce «los lugares oscuros de mi inconsciente histórico». Desde su lugar, propone como persona sana o relación sana aquella que incluya: relación genital con placer, que estreche los cuerpos hablantes, que tenga intimidad, reconocimiento y que establezca una relación de simetría.

Esta relación central no está condicionada por el tipo de relación que se tenga, ni por cual sea la orientación ni el género de la persona. Da igual que se sea hetero, homo, bi, poliamoroso o trásfuga. No importa el tipo de relación que tienes ni la elección de objeto, sí, que cosifique al otro y lo trate como objeto.

Para terminar el apartado sobre la perversión indicó que como clínico no podía dejar de hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué le pasa a una persona para que no pueda tener ese tipo de relación no perversa, rehúya las relaciones de simetría o solo le gusten relaciones de dominación?

Las cuestiones que trató en los otros dos puntos hemos tenido la ocasión de escucharlas en otras ocasiones. Como exiguo apunte decir que retomó el punto del rechazo de los nuevos movimientos a la psiquiatría y a el psicoanálisis, porque consideran que no consiguen entenderlos y los patologízan o los entienden mal. Según nuestro orador «la herramienta de estos discursos les traiciona porque no está actualizada, se sigue utilizando un lenguaje patriarcal y homófobo y no se tiene intención de rectificarlo. La psiquiatría ni lo intenta y utiliza la biología, y el psicoanálisis lo tendría que intentar»; aboga por crear otra narrativa.

Como dije en la presentación de la conferencia, fue un lujazo poder escuchar a alguien con la edad —pues solo es a través de ella que se puede acumular sabiduría y saber que se puede hacer con esta—, la disponibilidad y la experiencia de Fernando Colina y añado algo que no dije: la mente abierta, que demostró en toda su admirable exposición.

 

Por Soraya Merino Marcos