Presentación de las XVI Jornadas
Clínica del malestar actual: hacer y dejar hacer
La Otra psiquiatría presenta este año las XVI Jornadas dedicándolas al malestar contemporáneo. A aquello que los clínicos encuentran en sus consultas, o fuera de ellas, en pleno siglo XXI. ¿De qué sufren las mujeres y los hombres en la actualidad? ¿Cómo se tratan estas nuevas formas de padecimiento psíquico? Chus Gómez nos propone una frase que en gallego posee múltiples declinaciones: facer y deixar facer.
La Viena victoriana o el París de los años cincuenta sin duda no son el contexto en el que estamos sumergidos hoy en día, donde las pantallas ubicuas, las relaciones efímeras, la hipersexualización tumorosa, el vacío desgarrador, el destierro de los límites, la dilapidación de las figuras de autoridad, el retorno despiadado de los extremismos, la fúnebre tristeza sin nombre, las pastillas con o sin receta y las drogas de pasarela se han adueñado de las existencias deshabitadas. Estamos en una época de cuerpos cincelados en gimnasios, lealtades digitales, retrasmisiones sexuales, ociosidades químicas y resacas laborales. El sujeto moderno adora con fanatismo las sonrisas de refresco y se desentiende con virtuosismo del llanto por novelesco.
A esto debemos añadir que en nuestra época la salud mental se ha democratizado, que las medidas terapéuticas pueden sustituir las órdenes judiciales, que las psiquiatrías y las psicologías han pasado a ser objetos de consumo aptas para los sujetos que son consumidores de recursos, que incluso en un futuro quizá no muy lejano pudiéramos encontrarnos con pastillas que caen de máquinas expendedoras y terapias con manuales de usuario tan sencillos que hasta un chimpancé podrá administrarlos, que los tratamientos se realizan en honor a la verdad y al orden establecido, atentando gravemente contra la individualidad y las diferencias. Si usted no queda satisfecho, por favor, póngase en contacto con nuestro servicio de incoherencias.
¿Cuál es el efecto de todos estos adelantos, sujetos que varean sus cuerpos entre la depresión y la drogadicción, entre las bajas laborales y las adicciones profesionales, entre anorexias de comerse el mundo y vómitos de insatisfacciones y rencores? Niños consumidores de pastillas y pandillas, adultos infantiles consumidos por portales virtuales y mujeres con cuerpos asolados por dolores inexplicables. Son tiempos de excesos que no colman la difícil relación entre la naturaleza y la norma. «Son tiempos donde el placer fue ayer» (Walter Michigan).
Los tiempos evolucionan y las subjetividades se maquillan, pero los malestares palidecen, el ser languidece y el yo se ensombrece. A remolque de los nuevos tiempos la clínica se aferra a no entender la mudanza de la existencia. Los jóvenes de los móviles no son Dora ni Lanzer, pero, ¿verdaderamente estamos ante tanta generalización de Pankéyev? Es decir, son los sujetos modernos locuras ordinarias o se trata simplemente de formas modernas de la normalidad. De una cosa no hay duda, el malestar persigue a la civilización desde que ésta se encontró con la razón, pero nunca hubo tanta sintonía entre el malestar y la enfermedad, entre el dolor moral de existir y la patología sin fin. Es la mujer y el hombre actual una enfermedad existencial, un ser que reza a la ciencia con la ferocidad del idólatra y que promulga la cura de la vida con el terrorismo de la química y de la genética. Lacan ya avisó que nos esperan tiempos de fanatismo y segregación siendo que no es menos fanático el que en vez de creer en Dios cree en el neurotransmisor.
Los modelos de la psiquiatría también se marchitan. La psiquiatría biológica va encontrando sus limitaciones, aunque bien podemos preguntarnos si no las habrá tenido siempre. Su pretendido recurso a la ciencia no es más que eso, una pretensión. Cuesta ver que sus tratamientos no son más que lo que eran en un principio, métodos de sedación. Hoy se sabe además los problemas que acarrean al ser consumidos más allá del momento de la crisis. La situación es tan paradójica que hasta a uno le pueden llegar a preguntar si mantiene algún conflicto de intereses relacionado con la industria farmacéutica si critica más de lo debido la terapia electroconvulsiva. Por otra parte, la psiquiatría comunitaria ha llegado a una aporía al comprobar que las nuevas formas de la psiquiatría biologicista hoy en día son comunitarias. Algo que encuentra su razonamiento en la lógica del «para todos, lo mismo» y en el vil metal. Grave atentado a la individualidad, aquella de la que únicamente da cuenta la clínica del caso por caso y que La Otra psiquiatría siempre ha defendido, «para cada uno, hacer y dejar hacer».
Javier Carreño y Kepa Matilla
Marzo de 2019