Con la publicación de La ansiedad que no cesa, son dos los libros que ya ha publicado Fernando Martín Aduriz, que se suman a los otros tres escritos como coautor y uno como compilador de un trabajo sobre adolescentes. Colaborador en medios de comunicación locales, Martín Aduriz se ocupa, junto a José María Álvarez, de la formación permanente de psicoanalistas en Castilla y León, tanto en un seminario permanente como dirigiendo una revista regional o en cursos y conferencias.

En este nuevo libro, Martín Aduriz aborda la ansiedad bajo la tesis de que «es posible que cese a condición de atreverse a conocer lo que la produce, que es distinto en cada sujeto, pero siempre sorprendente», según explica el autor. El libro hace un recorrido por lo que rodea a la ansiedad, tanto lo que muestra como lo que oculta; así como las formas más efectivas de calmarla y otras que «las personas utilizamos pero que ponen peor las cosas, como fumar o beber en demasía», avanza el psicoanalista.

La ansiedad es la protagonista de este libro ¿Cómo la aborda a lo largo del libro?

Trato de abordar la ansiedad bajo la tesis de que es posible que cese a condición de atreverse a conocer lo que la produce. Distinto en cada sujeto. Y sorprendente siempre.

¿Cómo está estructurado el libro y cuál es el hilo que le da continuidad?

La estructura del libro es avanzar por lo que rodea a la ansiedad, lo que muestra y lo que oculta. En especial las formas que tenemos de calmar la ansiedad, cuáles son más efectivas, y cuáles son recursos que utilizamos pero que ponen peor las cosas, como comer o beber o fumar en demasía. Ese es el hilo, verificar cómo es posible pasar de la ansiedad que no cesa, a la ansiedad que nos abandona, sin recursos no saludables.

El libro es el resultado de un estudio personal de la ansiedad ¿Cómo le surge la idea o la oportunidad de crear un libro sobe la ansiedad?

Este libro surge como consecuencia de lo que me enseñaron mis analizantes y de manera notable, del sufrimiento que comporta la ansiedad, y el reduccionismo que lleva el no ver que se corresponde con la angustia, de quien no es sino su portavoz. Suprimir la ansiedad no es eficaz a largo plazo si antes no comprendemos su función en cada persona en concreto.

¿Cuánto tiempo ha dedicado a trabajar en el libro y cómo ha sido el proceso hasta tenerlo entre sus manos?

Me ha llevado un año escribirlo, y medio año reescribirlo. Lo difícil ha sido quitar las referencias más técnicas o profesionales, reduciéndolo a lo mínimo o a las notas a pie de página, para que llegue al lector menos acostumbrado a nuestra jerga. La tarea del editor y sus consejos han hecho el resto. Ediciones Xoroi, de Barcelona, ha cuidado mucho este libro que da comienzo a una nueva colección de La Otra psiquiatría.

¿Cómo describiría la ansiedad? ¿Por qué surge, aparece? ¿Hay algún perfil más vulnerable a padecer ansiedad?

La ansiedad se puede describir como la manifestación evidente de que irrumpió un objeto angustiante de manera sorpresiva. Surge cuando algo acontece en nuestra vida que produce incertidumbre, desasosiego (a lo Pessoa), inquietud y sobresalto, algo que supone un antes y un después en nuestra vida. Padecer ansiedad no es la expresión que más me guste: no se padece, sino que se es protagonista activo, y no pasivo. Eso es lo que vislumbra una solución. Lo aprendí de una paciente quien tras sufrir durante más de veinte años de ansiedad, cambió merced a las palabras de una psiquiatra joven que la atendió en urgencias: “tiene que poner usted de su parte”. Entendió así que no padecía ansiedad, sino que tenía su responsabilidad (subjetiva, pero responsabilidad). Cuando me habló de su historia y la coyuntura en que se había desencadenado el primer ataque, comenzó a dejarla atrás, y para sorpresa suya y mía, en pocos meses se despidió para siempre de esos sus periódicos ataques de ansiedad.

Respecto a los sujetos vulnerables, en efecto, quien tiende a tomarse las cosas muy a pecho, como se dice, o quien se acerca a la frontera de la locura, o la infancia más presionada, o los sujetos muy enamorados y no correspondidos, son proclives a vivir episodios más o menos continuados de ansiedad. Ahora también personas mayores, muy exigidas por su entorno, que no encuentran la paz y la calma que requiere su edad.

Como psicoanalista, ¿Qué parte de su trabajo/profesión sirven para aportar conocimientos?

La orientación que sigo me ha permitido comprender los efectos de los poderes de la palabra (las palabras hieren a la par que curan). Pero también los límites de la palabra, de lo simbólico, del lenguaje. Lo que llamamos seguir la orientación a lo real implica maniobrar (con el repertorio terapéutico de que disponemos que va más allá del uso de la palabra o del silencio) para perturbar la defensa, para obtener las verdades incómodas y los inventos singulares de quien apuesta por perder la ansiedad, y poder desangustiarse.

¿La ansiedad es el envoltorio de la angustia? Explíquenos esta definición.

La ansiedad es un envoltorio, no hay que dejarse engañar por ese artificio. Es como la fiebre, no basta con controlarla, que sí, sino que hay que investigar la causa que la produce.

¿Es entonces una epidemia?

Sí, millones de personas necesitan cada día tomar ansiolíticos, necesitan tranquilizarse cada mañana a si mismos. Al parecer, incluido el personal sanitario de salud mental, quien también necesita tranquilizarse para tranquilizar a otros, lo que da idea de la magnitud del problema. Una epidemia silenciosa por otro lado. Cuesta hablar de ella.

¿De qué manera afecta la velocidad de los cambios sociales y económicos, las relaciones, el trabajo o las elecciones a las personas y a la aparición de la ansiedad?

Afectan los cambios porque la angustia se presenta cuando el marco estable de vida se altera, (por una tragedia o desgracia, por una enfermedad grave, por un accidente, por una noticia que genera incertidumbre) a veces en un simple viaje. También cuando perdemos el control: en un avión, antes de una anestesia, cuando nos retienen sin escapatoria, o en situaciones donde dependemos de otros y no podemos salir. Cuando no hay salida, cuando falta la falta, cuando debiera de haber una puerta y hay un muro. En nuestra época también se abusa de la elección, tenemos que elegir demasiado, tomar demasiadas decisiones, y muchos optan por la ansiedad, otros eligen no elegir.

Los ansiolíticos

¿Cómo se consigue la calma, cómo se trata y supera la ansiedad?

El mal trato de la ansiedad viene de la mano del ansiolítico, del psicofármaco como solución única, sin ese “poner de su parte”. El buen trato de la ansiedad viene de la mano de la investigación de la causa, del acompañamiento. Especialmente prudente es no suprimir los síntomas de la ansiedad ni su abordaje (aunque sea con ansiolíticos un tiempo), sin antes verificar la función simbólica del cuadro de ansiedad en cada sujeto. Si forzamos a su supresión, si no operamos con exquisita prudencia podemos obtener un desencadenamiento de algo peor.

En cuanto a los medicamentos, ¿son los ansiolíticos, por un lado, efectivos, y por otro, adictivos?

Son efectivos a corto plazo en instantes muy concretos de la historia de un sujeto. Son ineficaces a medio y largo plazo. Pero ahí viene el apego al ansiolítico, su uso como placebo, incluso portando la píldora cual objeto fetiche, objeto mágico (como demostró el antropólogo Lévi-Strauss en su texto sobre «El hechicero y su magia»). Lo preocupante es que podemos encontrarnos con una nueva adicción: resolver nuestros problemas psicológicos o sociales o afectivos tomando alguna píldora, al estilo “tómate la píldora y calla”, y no a través de la vida social y las conversaciones con otros, sean amigos, sean maestros, sean psicólogos.

Otras fórmulas como el deporte, bebida o el sexo, ¿Qué papel juegan estas en el tratamiento o control de la ansiedad?

El recurso al deporte sirve a mucha gente, al igual que beber (de manera notable en los cuadros de dipsomanía, bebida desorbitada concentrada en los fines de semana) o practicar sexo desaforadamente. La liberación de endorfinas (un péptido endógeno que se producen tras determinadas prácticas como el ejercicio físico, el orgasmo u otras experiencias placenteras, pero que también por el consumo de algunas sustancias como la cocaína, el café o el chocolate). Al bajar los niveles de adrenalina también operan como ansiolíticos. ¿Qué papel juegan? Lo englobamos en fórmulas para «calmar la ansiedad» para «calmar a la fiera». Entretienen una temporada o son parte de nuestro modo de encontrar satisfacción en nuestra vida, pero «la fiera siempre pide más». Nunca se conforma con esos recursos, por eso hay que ir más allá de usarlos como herramienta para control de la ansiedad esos recursos. Hay que utilizarlos por el valor que tiene “per se” para nuestro placer, no como remedios, pues el peligro es que nos aleja del sentimiento de la vida, del gusto por vivir. No parece muy inteligente proponer a la pareja la práctica del sexo como ansiolítico necesario para curarse, o justificar una dipsomanía o un alcoholismo para así tapar la ansiedad.

¿Qué papel juega el deseo cuando hablamos de angustia?

Es la clave. La angustia aparece ante la incertidumbre o el equívoco acerca de lo que el deseo de un Otro especial, de un Otro con los atributos del saber o del poder, no un semejante cualquiera. A mayor conformidad con el deseo propio menor angustia. Esto se ve muy bien en ese dicho popular de “para enfermar, hace falta tener tiempo”. Si alguien tiene su propia agenda y no depende mucho de la de los demás, entonces es difícil que algo le angustie.

¿La ansiedad cesa? Cuando se habla del cese de la ansiedad, ¿hay diferencias entre diferentes grupos de personas?

La ansiedad cesa, lo verifico de continuo en mi práctica como psicoanalista. De manera progresiva o de manera tajante, depende los casos. Cesa en quienes muestran más interés en saber la lógica que ha presidido sus elecciones en la vida. No cesa en quien no quiere saber o en quien cree tener el saber de su lado, en quien no quiere “leer”. Los lectores, en el amplio sentido de la expresión, son más proclives a no dejarse atrapar mucho tiempo por los rigores y malestares de un cuadro ansioso. Por eso he escrito este libro, pensando en los lectores, es decir, en esa inmensa minoría que lee, que lee periódicos, que lee libros, que gusta de observar y observarse y de leer entre líneas, y que finalmente se atreve a saber de su historia secreta.

Entrevista realizada por Bárbara Rodríguez
El Norte de Castilla – 24/01/2019