Biblioteca de la Orientación Lacaniana de Madrid, tuvo lugar la presentación del libro Hablemos de la locura de J. M. Álvarez, a cargo de Juan de la Peña y Santiago Castellanos.

Juan de la Peña da inicio a la presentación destacando una serie de aspectos que en su lectura del libro son esenciales para captar en profundidad lo que el autor ha querido manifestar: la libertad de la locura que se desprende de la frase de Lacan cuando dice que el loco es el hombre libre, el binarismo epistemológico y el diagnóstico de psicosis ordinaria son algunos de los aspectos abordados en el texto, subrayados por Juan de la Peña. Con posterioridad hace hincapié en el último capítulo que versa sobre el trato con el loco. En este apartado son elaborados tres sintagmas, fruto de un proceso de lenta elaboración que el autor ha ido destilando a lo largo de su dilatada carrera profesional; sintagmas casi esencias que todo practicante debiera tener en cuenta: Ante al paranoico, no saber; ante el esquizofrénico, no entender; ante el melancólico, no desfallecer. «Sabemos que el melancólico viene a llevarse de la consulta un poco de vida tuya», agrega el presentador en relación al último sintagma. El no desfallecimiento del profesional que atiende al melancólico, es destacado como un soporte transferencial que puede hacer de contrapeso a un posible pasaje al acto. La cualidad de J. M. Álvarez de ser infatigable, la cual es referida por su presentador, es cuestión de suma relevancia para el desempeño de la labor del psicoanalista.

La locura —en contraposición a psicosis y enfermedad mental—, es el término por el que se decanta el autor y que al quedar incluido en el mismo título del libro subraya, desde esta posición semántica, un lugar ético desde donde contrarrestar connotaciones psiquiatrizantes estigmatizadoras que otras nomenclaturas producen en aquellos que padecen. «Bastante tengo con estar loco, como para que encima me llamen enfermo mental», comenta Santiago Castellanos en su intervención en relación a una alocución de un paciente. En contra de los manuales estadísticos, que confunden la probabilidad con la verdad, este posicionamiento se muestra en primer plano al quedar impreso en el título que encabeza el libro, y nos pone en la antesala de lo que J. M. Álvarez aborda en el contenido de su interior. «A estas alturas, para mí todos son normales» expresa con su naturalidad habitual el autor en referencia a las personas a quienes suele atender.

Da inicio Santiago Castellanos en su intervención haciendo referencia a cuatro aspectos especialmente destacables del libro: la locura está habitada por un sujeto; la frontera de la locura es difícil de delimitar; el delirio como intento de curación en la locura; y en cuarto lugar el caso Wagner —para la cual el autor toma cien páginas— donde se ensalza la precisión en la descripción del caso, detallando aspectos no siempre abordados con tan extrema hondura y rigurosidad en la literatura que sobre el caso de Robert Gaupp se ha escrito. «Al autor le interesan aquellos casos que hacen estallar las clasificaciones: Schreber, Wagner, Aimee», es una afirmación de Santiago Castellanos en la que se enfatiza la posición del autor respecto a la locura «porque el DSM V no nos sirve demasiado en la clínica. Lo importante no es la cuestión diagnóstica sino la posición subjetiva que toma el loco y su movimiento. Oponer locura a cordura, siempre arroja un resto». Todo diagnóstico que apele a dicho binomio hará inevitablemente cundir múltiples diagnósticos intermedios e indeterminados. Binomio que también aparece en el campo de la neurosis con los polos obsesión-histeria, cuando es la cuestión del goce la que en análisis ha de regir la dirección de locura. En relación a la paranoia es de resaltar que «el melancólico es el paranoico contra sí mismo. La recusación del significante de la lengua materna es la solución primaria del sujeto paranoico», son algunas de las frases mencionadas por Santiago Castellanos del libro presentado.

Tras hablar del silogismo de Foville, se analiza la pregunta que despliega la paranoia y la megalomanía, apoyándose en la metáfora del balancín para explicar los polos persecución-megalomanía, mediante la cual se desmonta el binarismo, produciéndose un deslizamiento hacia la clínica continuista. En último lugar extrae el presentador una frase que refleja la posición lacaniana del autor: «En esa convergencia del goce sexual y de la lengua se jugó la partida de su locura, tanto la locura patética que padeció como la locura inventiva que ingenió en busca de una salida», a lo cual el autor acaba respondiendo que «no cito a Lacan continuamente, sería un texto aburridísimo». Pero es imposible aburrirse ante tal despliegue de erudición, que el autor logra transmitir con extrema sencillez.

En último lugar toma la palabra el autor del libro, quien tras los agradecimientos afectuosos a Beatriz García, directora de la biblioteca, a Juan de la Peña y Santiago Castellanos por sus acertadas presentaciones, («No siempre sucede que aquello que uno intenta transmitir en un texto sea leído con tanta exactitud como en esta ocasión ha tenido lugar», expresa en alusión a la magnífica lectura de las cuestiones esenciales que en el libro se vieron abordadas), da inicio a su intervención haciendo hincapié en cómo fue la obra puesta en movimiento, cuestión de sumo interés, habida cuenta de que son muchos los trabajos surgidos de la pluma de J. M. Álvarez. El viaje a Tucumán (Argentina) y el pedido de su editor para un próximo libro, a pesar de que recientemente publicara Estudios de psicología patológica; el ejercicio físico que acostumbra realizar a lomos de su bicicleta; las paradas en los recorridos en las cuales anota ideas aparecidas en el transcurso de la etapa. Estas escansiones son aprovechadas para organizar el amplio conocimiento proveniente de la experiencia, así como las lecturas «que hace un friki como yo», entre las cuales nombra algunos textos antiguos, como Tusculanas de Cicerón o Donc, de J. A. Miller. «A cierta edad uno tiene que atreverse a opinar de ciertas cosas», nos señala el autor quien cuenta en su haber una larga experiencia como escritor.

La historia, la epistemología y la psicopatología son las lámparas que han ido iluminando el cuadro que el libro compone. Sobre estos parámetros aborda J. M. Álvarez el estudio de la locura con que se lleva encarando varias décadas, sin caer en las simplificaciones de los binarismos, los cientifismos y las clasificaciones que los manuales estadísticos actuales, «artefactos retóricos dignos de Quintiliano», intentan imponer.

No es casual que al cambio de marcha de las bicicletas se le denomine desarrollo, pues esta cuestión pareciera haber sido tomada al pie de la letra por el autor para hacer ascender su vehículo lingüístico por el puerto de categoría especial de la locura, muro con que tropezamos los psicoanalistas en nuestro diario desempeño profesional, y que a rebufo de J. M. Álvarez pareciera ser menos escarpado.

Reseña realizada por Luis Miguel Rodrigo González, socio de la sede de Madrid.