Homenaje a un hombre sabio de los que vale la pena leer

El Prof. Dr. François Sauvagnat murió ayer, viernes, 15 de mayo de 2020. Hoy a mediodía nos llegó la noticia e improviso esta breve y justa nota de homenaje y gratitud. Lo conocí hace muchos años, primero como autor y después como persona. Creo que todos los de mi generación interesados en la locura leímos, memorizamos y copiamos aquella joya sobre historia de los fenómenos elementales de la psicosis, publicada en Ornicar? en 1988. Para mí fue un descubrimiento.

Aquel artículo decía mucho de su autor. Estaba claro que no era uno más de la serie cansina y repetitiva. Al contrario, conocía las fuentes de las que hablaba y leía a los alemanes en alemán; sabía lo que decía e iba al grano de la experiencia paranoica, en concreto la krankhafte Eigenbeziehung; con dos palabras, se quitaba de encima una morralla inane de comentarios en los que otros autores se enredaban hasta causar sopor; además, cosa insólita, lo que decía parecía muy útil para nuestro trabajo diario. Esa es la primera imagen que me hice de François Sauvagnat, de quien lo único que sabía es que era psicólogo y trabajaba o había trabajado en Bonneval.

Pasaron bastantes años hasta di con él, tras seguirle la pista por congresos y jornadas profesionales. En aquellos tiempos aún se escribían cartas y se viajaba a París para ir al hospital de Sainte-Anne a fotocopiar los libros de los clásicos. Pero un buen día llegó Internet y desaparecieron las distancias: uno podía leer el Lehrbuch de Kraepelin sin moverse de su casa, tan sólo encendiendo el ordenador, o maravillarse de que los subrayados del Traité de Ballet, que Gallica había colgado en su web, eran los que años antes yo mismo había hecho en el original, en París. Sauvagnat me recuerda el contraste entre el mundo de ayer y el de hoy, esa transición entre dos épocas, la de los venerados libros y las de las webs, las de las cartas y los mails. Nuestra relación refleja todo eso, el paso de las cartas a los numerosos y larguísimos e-mails, del amor a los libros y el respeto a los autores al corta y pega que tanto favorece la tecnología de hoy.

Durante años tuve que conformarme con leer algunos de sus muchos textos, hasta que finalmente —creo que a través de Vicente Mira— di con él. Me dijo que era catedrático de psicopatología en la Universidad de Rennes, aunque vivía en París, donde trabajaba como psicoanalista y desarrollaba una actividad frenética en los múltiples campos de su dedicación e inagotable interés, uno de los cuales era la criminología.
Sobre esa materia, el crimen y la locura, con Ramón Esteban organicé unas jornadas en Valladolid. Como alcanzaron cierto éxito, se publicaron posteriormente en un volumen de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. En esa obra, además de los trabajos de Rafael Huertas, Manuel Cruz, los nuestros y otros, brillaba con luz propia el Prof. Sauvagnat. Por entonces manteníamos una relación estrecha y frecuente. Con él, el psiquiatra Ramón Esteban y yo trabajamos durante cuatro interminables años hasta poner el punto final a aquellos Fundamentos de psicopatología psicoanalítica, de casi 800 páginas, que nos dejó extenuados. Muchos lectores lo agradecieron. Pero he dudado y todavía dudo si mereció la pena tanto esfuerzo.

La prosa de Sauvagnat era copiosa y estaba llena de pormenores, todo lo contrario que la nuestra, mucho más académica. Durante interminables noches traducíamos a la lengua cervantina las partes que él escribió para nuestro Tratado, cuyo borrador eran páginas interminables a las que dimos ritmo y forma lo mejor que pudimos. Cada vez que nos llegaba uno de sus mails, nos echábamos a temblar. Su forma era asilvestrada y torrencial, pero su fondo no tenía desperdicio. Era un sabio, un hombre erudito, admirable. Había explorado territorios que no sabíamos ni que existían y que muchos conocimos gracias a él. Tocante a la psicosis, nuestro ámbito de interés, y en especial los fenómenos elementales, el delirio y las alucinaciones, François Sauvagnat ha sido un maestro para muchos de nosotros. Cuando él hablaba, valía la pena atender y tomar notas. Hace un par de años volví a tener esa misma sensación al releer un texto sobre Ernst Wagner de Jean-Claude Maleval, también catedrático en Rennes. Ese artículo recoge las tesis del autor acerca del si el criminal suabo era paranoico o melancólico. El caso es que tras una profusa exposición y las intervenciones de notables autoridades del psicoanálisis, cada vez más tangenciales, intervino Sauvagnat para poner las cosas en su sitio en lo tocante a los fundamentos de la psicopatología alemana sobre la que se estaba perorando. En las materias que dominaba, que eran muchas, la última palabra la tenía él.

Cuando trato de dar con una palabra que agolpe mis recuerdos, sólo se me ocurre prolijo. El Prof. Dr. François Sauvagnat era prolijo, es decir, a la vez extenso y cuidadoso. De alguna manera eso es lo que reflejaba su aspecto mayúsculo, desgarbado y también elegante, siempre con su bigote recortado y sus hermosos fulards. Llena de libros a rebosar, su casa, al lado de Trocadero, transmitía asimismo esa paradójica mezcla de distinción y exuberancia. En fin, un detalle basta para conocer al personaje, según escribió Plutarco a propósito de Alejandro.

La última vez que estuve con él fue en septiembre del año pasado, cuando vino a Valladolid para participar en las I Jornadas de psicoterapia de la psicosis. Amable como siempre, comió con nosotros antes de regresar a París. Cuando llegó su hora de partir, se levantó, se despidió afectuosamente y se fue solo camino de la estación. La persona que estaba a mi lado, el Jefe de servicio de Psiquiatría, estaba impresionado por los múltiples temas de los que conversamos con el profesor y de los conocimientos que éste tenía de materias científicas, filosóficas, sociales y, por supuesto, psicopatológicas. Como él no lo conocía ni lo había leído, a modo de resumen le dije: «Es un hombre sabio, de los que apenas quedan. Vale la pena leerlo con atención».

José María Álvarez
Valladolid, 16 de mayo de 2020