Juguemos. Toma papel y boli, y responde a las siguientes preguntas. 1) Asocia el concepto «melancolía» con una estación del año; 2) Nombra a un personaje público que se caracterice por su personalidad melancólica; 3) Elige el color que mejor representa, desde tu punto de vista, la melancolía; y 4) Define «melancolía». ¿Ya está? ¿Has terminado? Pues bien, sin leer tus respuestas estoy bastante seguro de que será improbable, casi imposible, que dos personas (aunque compartamos un mismo contexto sociocultural y una posición vital similar) coincidamos en todas ellas.
Veamos una posible contestación al cuestionario: 1) Primavera, 2) Ignatius Farray, 3) Naranja, y 4) Melancolía es una tristeza latente en una persona por un largo periodo de tiempo y no reactiva, es decir, que no surge como respuesta a un acontecimiento particular, sino que es una tristeza «vital». ¿Coinciden con las que habías pensado tú? Seguramente, no (al menos al 100%). No pasa nada. Es completamente normal. Ahora bien, aunque tú no hayas escrito lo mismo, me imagino que puedes entender las razones que me han llevado a responder de esta manera. Es más, seguro que has intentado perfilar, de manera intuitiva, una descripción de mi personalidad a partir de la contestación que he dado al cuestionario.
Pues bien, Oráculo de tristezas. La melancolía en su historia cultural de David Pujante (Xoroi Ediciones, 2018) investiga de manera similar (salvando, por supuesto los miles de kilómetros de conexiones neuronales que separan ambas propuestas) las diferentes interpretaciones culturales que se han hecho de la melancolía en la historia cultural de Occidente. Como explica David Pujante, si se toma la melancolía como un mito cultural y no como una patología, entonces el investigador humanista puede encontrar en las interpretaciones discursivas (artísticas, religiosas, filosóficas, etc.) que se hacen del tema una muestra de cómo el hombre se ha ido relacionando con el mundo en el que habita.
De esta manera, David Pujante en Oráculo de tristezas teje una red intelectual en el que se insertan los diferentes periodos históricos y culturas, y cuyo centro es la melancolía. Lo interesante de esta tela de araña es que, a su vez, se relaciona con otras construcciones similares configurando un todo complejo repleto de sutiles interconexiones. Por eso es más que recomendable leer también, de manera paralela, el libro del mismo autor del que hablamos el año pasado en esta página: Eros y Tánatos en la cultura occidental. Porque todo está relacionado.
En Oráculo de tristezas, David Pujante comienza su repaso sobre la «melancolía» en el discurso cultural con una breve aproximación a la tradición clásica. Aparecen entonces las figuras supuestamente antagónicas de Demócrito y Heráclito (el filósofo que ríe y el filósofo que llora), las cuales son tomadas por Pujante como las dos caras del sentir melancólico. Desde esta doble manifestación de la melancolía (una risa cínica o escéptica y un llanto desesperanzado) partimos pues a un viaje por la historia cultural occidental. Tras visitar la antigua Grecia y Roma, David Pujante profundiza en las diferentes interpretaciones que se han dado de la melancolía en el pensamiento medieval, en el Renacimiento y en el Barroco (capítulo III, IV, V y VI).
Llegados a este punto (mediado ya el libro) el autor poco a poco va centrándose en la importancia de la melancolía en el contexto hispánico y es aquí donde, desde nuestro punto de vista, radican las teorías más originales del tomo. Explica Pujante que en España, durante el barroco, se desarrolló un «generalizado sentimiento de tristeza (…), provocado por un modo de mirar y de estar en el mundo» (p.155). Pues bien, este sentimiento (común en toda Europa) en España se asoció con el carácter nacional.
David Pujante desarrolla esta idea y, a partir de ella, se adentra en el análisis de la Ilustración y el Romanticismo español. En su opinión los ilustrados españoles:
Rechazan el barroquismo melancólico en descomposición, pero lo peor es que sin darse cuenta están rechazando lo más propio, aunque con aquellos tintes no fuera ya lo más apropiado. A partir de entonces y hasta el día de hoy el problema no se ha resuelto bien: nuestro carácter estético, nacido del impulso vigoroso español, de la fuerza bruta de la naturaleza como manifestación de una pura energía avasalladora, esa exuberancia de ímpetus de lo español, se niega por los propios intelectuales españoles del siglo XVIII que asumen lo foráneo (p.207).
Localiza pues Pujante, en la negación del carácter melancólico español, el origen de un conflicto cultural que, en cierto modo, permanece presente. Por esta razón, el ensayo concluye con dos capítulos centrados en el siglo XX: uno dedicado a Lorca y su obra El público; y otro, a la enfermedad y la melancolía en el arte del siglo XX (en el que habla, entre otros, de Walser, Panero y, en especial, del fotógrafo David Nebreda).
Hecho todo este repaso, la sensación que a uno le queda cuando termina el libro es de estar mucho, muchísimo más lejos, de comprender la «melancolía» pero un poco más cerca de comprenderse uno mismo como sujeto cultural. Y aquí es donde reside el magisterio de David Pujante.
Este Oráculo de tristezas, al igual que su otro libro Eros y Tánatos, nace de unos cursos anuales que daba el profesor en la Universidad de Valladolid en el marco de la Licenciatura en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Con estos libros, David Pujante traslada su docencia a quien le quiera leer,regalándonos de nuevo un ejemplo de cómo se puede articular la investigación/enseñanza universitaria. Pujante dibuja con estos libros un plan de huida para que las nuevas generaciones podamos escapar de la mediocridad que a veces parece imponernos el sistema mediante tres puntos cardinales: la docencia como pregunta, el estudio como crecimiento y la investigación como una herramienta de acción social.
Por Víctor Gutiérrez Sanz
Fuente: La Milana Bonita