Chus Gómez, psiquiatra y psicoanalista. Vive en pareja. Musa del movimiento La otra psiquiatría y directora del Hospital Psiquiátrico de Piñor (Ourense). Política: izquierdas. Religión: agnóstica.
Me encuentro con Chus en su casa de Vigo. En la cocina mientras se atempera el agua del té, hablamos de psiquiatría y psicoanálisis, de significantes y significados, como si habláramos del tiempo lluvioso que suele haber en Galicia. Me siento muy cómodo y ella también, la conversación fluye, sus ojos pequeños y vivos y su sonrisa inteligente y traviesa, no esconden la amistad que nos une y me recuerda aquel tópico que dice que las meigas existir no existen, pero haberlas hailas.
—¿Qué es eso de la Otra psiquiatría?
—La Otra psiquiatría no es una organización, quizás habría que definirlo como lo que no es, más que como lo que es. Surge de la inquietud de varios profesionales de Salud mental sobre todo psicoanalistas interesados en recuperar la clínica tradicional y el valor de la palabra, el pacto con los sujetos y su sufrimiento como herramientas fundamentales.
—¿Por qué Otra psiquiatría?
—Es una manera de diferenciarse de una psiquiatría con un discurso más oficialista, más biologicista, para centrarnos en la necesidad de ahondar en la psique de los sujetos de una forma más cercana y menos agresiva.
—Lo menos agresivo es la escucha, además que sepamos no tiene efectos secundarios. ¿Crees que está cayendo en el desuso?
—La palabra siempre ha tenido su función porque somos seres hablantes. La diferencia estriba en que hay una posición distinta en tanto opinamos que quien mejor conoce su sufrimiento es el que lo sufre, y lo que dice y los inventos que hace para remediar ese sufrimiento son valores a tener en cuenta, aunque haya que ayudarle en ocasiones para estar en mejor sintonía con el mundo que le rodea. Todos cuando sufrimos buscamos una manera de resituarnos frente al sufrimiento y aquí es clave la orientación psicoanalítica.
—¿Por qué es tan fundamental el psicoanálisis? ¿Es cierto que no lo cura todo pero que hay cosas que sólo se curan desde el diván?
—Freud descubrió que de alguna manera por el mero hecho de hablar todos hacemos síntomas, entendiendo síntoma como algo consustancial al sujeto y no en el sentido medico, el síntoma es de lo que se queja el sujeto y no lo que dice el medico. Síntoma es aquello que se repite como resultante de un goce en el inconsciente. Por decirlo metafóricamente, todos podemos saber que un avión ha surcado el cielo, porque podemos ver el rastro que dejó, este rastro es diferente en cada ser humano y tiene que ver con su forma particular de gozar. Cuando hablamos de gozar, no hablamos de disfrutar sino de algo que va más allá, es algo que produce un sufrimiento en la vida del sujeto y se repite porque esta anudado a algo propio de su historia. De lo que nos quejamos gozamos. Por ejemplo, el que nos guste el vino durante una comida se trasforma en goce cuando el alcohol se apodera de mi vida y destruye nuestras relaciones y nuestro trabajo, como efecto de la pulsión de muerte.
—Como dice Sabina: «Si protesta el corazón en la farmacia puedes preguntar, ¿tienes pastillas para no soñar?» ¿Considera que los psicofármacos son una mala opción terapéutica?
—Las cosas no son buenas ni malas, los psicofármacos si se usan bien son estupendos, pero son sintomáticos no van a la causa, la etiología de la locura no se puede reducir biológicamente es algo mucho mas complejo que eso. Si te ayudan a dormir pues bienvenidos sean, pero el problema está en como se usan, y lo mismo pasa con las palabras, con la relación que tenemos con ese otro, creo que una mirada menos determinista ayudaría a acercarnos al sufrimiento, porque la construcción de la locura o de un delirio no es baladí, no es lo mismo una persona que considera que tiene un poder extraordinario que otra que se siente perseguida, tiene que ver con una historia, con una serie de decisiones que le hacen tirar por unos derroteros o por otros.
—¿Cómo definirías la locura?
—La locura es una condición del sujeto que estará con él toda su vida, como decía Dalí una cosa es estar loco y otra es serlo. Lacan nos recordaba que todos somos locos, pero los locos “normales” seriamos aquellos que pudimos anudar algo en nuestra vida que nos permite sostenernos de una manera ante sus bruscos embates, sin arrojarnos a los márgenes. Se trataría de poder zurcir algo e intentar ayudar al otro a zurcir ese algo que le permita sostenerse.
—¿Cuando se habla del otro a qué nos referimos?
—Habría que diferenciar el otro (nuestro semejante, nuestro cotidiano) con el Otro (el que nos precede, el del discurso). Sin el Otro no hay locura, surgimos como sujetos de un Otro y la condición para que podamos hablar es ese otro.
—¡Qué locura! Es como para emparanoiarse…
—La paranoia es lo que no responde a ningún psicofármaco, la han hecho desaperecer tras la etiqueta de trastorno delirante crónico, se han quitado la china del zapato pero ha quedado el agujero. La histeria es otro ejemplo, es una manera de estar en el mundo que va cambiando de forma con el paso de los años, ahora se llama trastorno disociativo, trastorno conversivo, pero sigue siendo lo mismo. Las fibromialgias, algunos cuadros anoréxicos podrían ser nuevas formas de histeria. El hecho de que algunos conceptos se hayan generalizado les ha hecho perder su contenido real, es como la depresión que ahora mismo esta totalmente vacía de contenido, estar triste, estresado, inquieto es estar deprimido sin decir nada concreto del sujeto y de sus circunstancias. El significante, la etiqueta, acaba por sustituir y ocultar la realidad.
—Vamos que como decimos en Nikosia ¡¡las etiquetas son para la ropa!! Desde su experiencia y conocimiento, ¿cómo se podría reconocer a un loco?
—Para mi la locura es una manera distinta de estar en el mundo que esta condicionada y construida sobre la certeza de algo inamovible. Hay una frase que dice que la normalidad es la locura de todos y la locura es la razón de uno. Sería aquello que es imposible compartir con el otro porque tiene que ver con la certeza de uno, sin entrar en el terreno del error o de la mentira o de la duda, sin poder salir de ahí.
—Conozco muchos de esos y no precisamente han estado tras los muros de un psiquiátrico…
—Los peores muros son los ideológicos, de los prejuicios, los mitos, aquellas ideas que construimos. La locura no es una enfermedad en el sentido medico de la palabra y definirla así tiene que ver con una postura ideológica.
—Hoy en día se dice que hasta las ideologías son líquidas. ¿Consideras que en nuestra sociedad padecemos de una profunda crisis de valores?
—Estamos viviendo un momento de transición los valores mas tradicionales están evolucionando desde la evolución de la institución más antigua como es la familia. Existe una perdida de valores por la forma de gozar de cada uno, de este individualismo global con el que somos bombardeados y desde el momento en que la violencia social pasa a un primer plano, con los derechos del otro siendo pisoteados constantemente. Por otro lado creo que nunca ha existido un sentimiento solidario tan enorme como ahora.
—Y en este marco tan cambiante ¿hacia dónde va la psiquiatría?
—La psiquiatría va donde está ahora. Si la religión y dios ha desaparecido la ciencia ha ocupado su lugar. Tras el sueño de que la ciencia fuera capaz de erradicar el sufrimiento humano, y si la locura es lo mas humano que existe y es imposible de erradicar, deberíamos intentar mirarla de otra manera. Si algo debiera ocurrir para nuestra especialidad es que hubiera un resurgir del uso de la palabra en contra de la falacia de la farmacología y su respuesta.
—Muchos colegas suyos la considerarían una nostálgica o una loca ante esta afirmación. Para acabar esta entrevista. Si todos somos locos… ¿por qué senderos transcurre su locura?
—Estoy loca por los locos (risas), me apasiona la locura y los habitantes de ese territorio. Mi relación con ellos es muy normal porque se rige por la búsqueda del trato en vez del tratamiento. Hay un profundo respeto y por tanto de mi relación se desprenden momentos de risas, enojo, tristeza, lo normal cuando te relacionas con personas, que al fin y al cabo es lo que sois.
Muchas gracias y hasta siempre.
Raúl Velasco Sánchez
Fuente: Divorcio de la normalidad