Veinte años en la dirección del Hospital Doctor Villacián, toda una vida profesional dedicada a la enfermedad mental y su dignificación. Fernando Colina (Valladolid, 1940), psiquiatra y escritor asume la jefatura del servicio de Psiquiatría del Río Hortega, heredero de la atención de agudos del Villacián, un cambio que estima necesario y positivo y una mejora en los recursos.


¿Hay nostalgia en el cambio?

Después de quinientos años de hospitales psiquiátricos, cerrarlo es una honra, la autoliquidación es un éxito.

Ha vivido la reforma de la asistencia psiquiátrica. ¿Algo que no perder de esos tiempos?

Nada que recuperar salvo el entusiasmo colectivo del Villacián. Funciona bien, sin rupturas ni tensiones o luchas internas. Quisiera llevarme el hábito de discutir, de debatir… aunque ahora en los conceptos hay mayor consenso, en el modelo se coincide, la discusión viene por su desarrollo.

Usted conoció el manicomio, ¿qué recuerda de entonces?

Recogía todo tipo de marginación, mendigos, ancianos, enfermos…. Había cientos en los pasillos… y cuando veían una bata blanca se lanzaban contra ti a conseguir un cigarrillo, era impresionante, daban miedo. Recuerdo un hombre ingresado durante más de veinte años por agredir a un árbitro de fútbol. Si nadie los reclamaba no volvían a aparecer. Había gente recogida a los 30 años que nunca volvía a ver la calle. Eran encierros involuntarios sin supervisión judicial ni vigilancia psiquiátrica como actualmente.

¿Conoció la época de los castigos y terapias agresivas?

Es de donde venimos y hace nada de todo esto. En Villa de Prado, como en todos los manicomios, se empleaba el castigo terapéutico, los electroshocks… Recuerdo que se hacían de forma aleatoria, no selectiva, se entraba en una sala y se les daba a algunos pacientes. Se ponían biombos entre las camas, y sin anestesia se les provocaba el ataque epiléptico, el de al lado oía la respiración y los movimientos convulsivos del compañero.

¿Hacían lobotomías?

Sí, se hacían… ahora se utilizan fármacos.

¿Abusan los psiquiatras de ellos para ‘anular’ a los ‘enfermos’?

Puede haber abuso o quedarte corto y hay presiones de la industria farmacéutica.

¿Qué le llevó a la psiquiatría, la lucha social por el cambio o el concepto médico?

Nos movía más la denuncia social que el interés médico. Al terminar la carrera era el pleno momento de la batalla, muy beligerante en el desarrollo de servicios y hay que agradecer a la Diputación la generosidad con la que aceptó este empuje.

¿Qué le sugiere la palabra ‘loco’?

Me gusta. Me sugiere inteligencia, sabiduría, marginación, búsqueda de la verdad por otro camino. A veces, sufrimiento, el loco con sus delirios tiene otros recursos.

¿No se puede utilizar la palabra ‘loco’?

No nos dejan, sigue siendo despectiva y se evita estigmatizar. Antes les llamábamos deficientes o imbéciles, cuando empezaron a ser hirientes se buscaron otras. Loco y manicomio solo son los límites de la razón.

¿Qué le gusta de ellos?

Hablar con ellos, pero en el coche porque al pasear en él se sueltan, hablan más profundo y personal. Su captación de la gente es terrible.

Por A. Santiago
Fuente: El Norte de Castilla