Es difícil proponerse la tarea de escribir con respecto a este viaje, a esta visita… uno cae indefectiblemente en hacer un mero relato de lo sucedido o en tratar de narrar todas las reflexiones y enseñanzas. No cabe duda de que sería una tarea titánica y yerma, por lo que trataré de conjugar un poco ambas cosas y poner algo de mi subjetividad en ello.

Fernando Colina y José María Álvarez arribaron a Buenos Aires el sábado 28 de octubre; era una visita esperada con ansias. Volvía José María y nos visitaba, por primera vez, su maestro, Fernando Colina, un eslabón más en la catena aurea. Una visita escasa en tiempo, pero rica en saber, reflexiones y en amistad.

Su primera charla fue en un auditorio repleto del Hospital San Martín, en la ciudad de La Plata: una sala con tres cuerpos, todos llenos… entrar era una tarea que podría haber sido asignada a Heracles… alumnos y profesionales del hospital no cabían en los asientos, por lo que muchos optaron por los escalones y el suelo del salón. El clima que reinaba era de un silencio expectante, las caras delataban curiosidad y una llamativa atención.

Su segundo público fue distinto, el recinto fue la Universidad de Buenos Aires, la Facultad de Psicología. Por la mañana, profesores adjuntos, jefes de trabajos prácticos, ayudantes de cátedra, todos congregados para oír La Clínica, esa desde donde las teorías son elaboradas. Caras meditabundas, buscando puntos de encuentro entre teorías en expansión y el sujeto. Ahí, en este último recoveco es donde cobran protagonismo los visitantes, dando ese Aleph escondido, esa intersección, ese punto desde donde se contempla la condición humana en su forma descarnada, eso que es la psicopatología.

Mientras que, por la tarde, los jóvenes estudiantes se amontonaban en pupitres y sillas que fueron traídos para la ocasión, se sorprendían de la importancia de la clínica clásica en el psicoanálisis, que toda la psiquiatría de siglos pasados desembocara en este último, como muy bien formulaba Foucault.

El tercer día de conferencias fueron invitados a PAUSA (Psicoanálisis Aplicado a las Urgencias Subjetivas de la Actualidad), un dispositivo de tratamiento privado dependiente de la Escuela de Orientación Lacaniana, que trata las urgencias subjetivas. Clínicos, psicólogos y psiquiatras atendieron a la exposición. Se presentó un caso y las voces de los maestros se hicieron escuchar, no imponiendo diagnósticos rápidos y enlatados, sino mostrando que el diagnóstico es una herramienta terapéutica pero que debe ser usada con cuidado y no a la ligera, ya que, si bien puede guiarnos en la forma de acompañar al padeciente, también puede encerrarlo y encasillarlo en categorías de las cuales es muy difícil luego salir.

El día jueves, con la compañía del Capítulo de Historia y Epistemología de la Psiquiatría de APSA, el Salón de Actos del Hospital Italiano de Buenos Aires se encontraba a sala llena, gente que no pudo entrar porque los asientos ya se encontraban ocupados en su totalidad. El público esta vez fue más heterogéneo, allí se encontraban alumnos, médicos, psicólogos, psicoanalistas y curiosos. El tema no tardó en instaurarse, el diagnóstico y la libertad del loco se asomaron, dejando mucho que pensar, mucho que trabajar y por sobretodo muchas dudas para enriquecer a la audiencia.

Por último, pero no por ello menos importante, acompañaron a residentes del Hospital Tobar García, J.T Borda y Pedro Elizalde, en su camino de aprendizaje, donde deslumbraron por su simpleza y su solidez en la clínica. Preguntas y dudas fueron hechas y contestadas, pero a la manera de Colina y Álvarez, esa forma particular donde dejan de lado ese concepto del maestro que baja a explicarles a sus alumnos, por el del maestro que está con sus alumnos, ese maestro que no solo enseña, sino que también, deja aprender.

En todas las ocasiones los cuadernos se abrían y los lápices comenzaban a bailar en líneas, los maestros hablaban.

Se dejaba ver, con palabras sencillas y accesibles, que la psicopatología, esa que tratamos de alcanzar y conocer, se basa en La Clínica; donde van nuestros pies, nuestros cimientos y que desde allí debemos mirar al cielo para amalgamarla con la teoría, sin olvidar que hay alguien que vino a calmar su sufrir, y que nuestros conceptos deben ser ante todo útiles para responder ante aquel pedido.

Mostraron cómo la escucha y la clínica son el principal instrumento en contra del reduccionismo biomédico. Y cómo en ese ejercicio de la escucha se encuentra el avance psicopatológico. Nos mostraron parte de la condición humana, la cual no se encuentra en resonancias magnéticas ni en neurotransmisores. Pudimos entender cómo el saber se encuentra del otro lado del escritorio y no en los títulos o lecturas académicas.

Si hablaron de neurosis o psicosis, o acaso de perversión… no fue lo importante, ya que hablaron del ser humano, de ese y de los velos que usa el pathos. Más importante aún, para los que nos dedicamos a la clínica, fue el abordaje del arte de no intervenir, al cual Fernando Colina dedica un capítulo entero en su libro Sobre la locura, ese delicado equilibrio desde donde uno puede caer en un activismo terapéutico o en la negligencia profesional. Contrasta con el furor curandis, y es el lugar desde el cual apostar por la libertad y la autonomía del paciente, no sólo desde un discurso sino desde una práctica, una práctica Clínica, que usa la teoría, pero no se deja usar por esta. Como nos dice José María Álvarez en su último libro, la teoría está obligada a ver primero al suelo, para poder mirar al cielo en segundo tiempo. Si la teoría se desprende del suelo y cobra un valor por sobre la clínica, sobre el sujeto sufriente, conviene volver a las preguntas fundamentales, esas preguntas hipocráticas qué, cómo, dónde, cuándo, por qué y para qué.

Sus pasos por la Argentina nos sirvieron para cuestionarnos sobre nuestras prácticas y nuestra clínica, nos brindaron la eterna esperanza en que las modificaciones, los cambios y las reformas en Salud Mental son eternos, que en la lucha por la desestigmatización y la independencia son perpetuos, y que siempre habrá nuevos discursos (o los viejos, pero con otros atavíos) que quieran retornar la hegemonía del poder médico.

Nos mostraron una cara de la psicopatología que usa el diagnóstico con cuidado, como si fuera de cristal, donde si bien es importante un diagnóstico que nos muestre lo que comparte el sujeto con otros, que nos oriente, también es de radical importancia un diagnóstico particular que nos devele lo propio y singular de quien viene a consultarnos.

La espera ya se hace presente, la añoranza por escucharlos un poco más se queda entre las orejas. Se van, pero nos dejan su obra, o parte de ella, que ya comenzó a editarse en las Pampas, esa Pampa húmeda que los sorprendió con su tierra y su color.

Por: Dr. Hernán Lago


Reportaje fotográfico del viaje de Fernando Colina y José María Álvarez

Haga click sobre la foto para ampliar

Un poco de esparcimiento… no todo es trabajo…

En el Hospital San Martín de La Plata, en la conferencia: «¿Qué nos enseña la locura» Sobre el trato con la psicosis

 

Visita a la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, invitados por el catedrático Fabián Schejtman (Cátedra de Psicopatología)

 

Presentación de Estudios de psicología patológica en el Hospital Italiano

 

Encuentro en PAUSA (Psicoanálisis Aplicado a las Urgencias Subjetivas de la Actualidad)

 

Encuentro con residentes del Hospital Tobar García, J.T Borda, Pedro Elizalde y Moyano